El investigador norteamericano David C. Krakauer, presidente del Sante Fe Institute, lleva décadas estudiando la forma en que los humanos (y otras especies) han evolucionado en el procesamiento de la información. El científico, matemático de formación, es un apasionado de la teoría de sistemas, y cree que estamos muy equivocados sobre lo que realmente significa ser inteligente. Y es algo que tiene serias consecuencias en nuestro devenir cotidiano, como individuos y como sociedad.
Como ha explicado el matemático en una interesantísima entrevista enNautilus, de un tiempo a esta parte –y como viene siendo habitual en el mundo de las ciencias sociales– hemos tratado de reducir la inteligencia a un número: el coeficiente intelectual. “Esto es como decir que puedes saberlo todo sobre el valor de una cosa conociendo su precio. Es como si te digo que he estado en una magnifica exhibición y he visto Las señoritas de Avignon de Picasso, me preguntas qué me ha parecido, y te contesto: ‘6,6 millones de dólares o, presumiblemente, bastante más’. Esto no te dice nada. Y ese es el desafío. La inteligencia es complicada y diversa, y hemos tendido a simplificarlademasiado”.
Pero si la inteligencia es compleja no lo es tanto su definición, que para Krakauer resulta clara: “La inteligencia es una serie de reglas y manipulaciones que te garantizan llegar a una solución en n pasos o menos”. O, dicho de una manera más simple: “la inteligencia consisten en encontrar soluciones simples a problemas complejos”.
La estupidez: el mayor problema de la humanidad
En opinión de Krakauer, para entender lo que es la inteligencia es necesario conocer el verdadero significado de otros conceptos clave como “ignorancia”, “estupidez” o “genialidad”, que son cosas muy distintas.
La ignorancia no es más que la falta de datos. Puedes ser la persona más inteligente del mundo, pero si no tienes la información necesaria para resolver un problema, no vas a resolverlo. Quizás en tiempos de Cervantes había mucha más gente con el potencial intelectual para escribir Don Quijote, pero teniendo en cuenta que más del 90% de la población era analfabeta, sencillamente, no podían siquiera pensar que algo así pudiera hacerse.
La estupidez es algo muy distinto. Si la inteligencia es hacer fácil lo difícil, la estupidez es hacer difícil lo fácil. “La estupidez”, puntualiza el matemático, “es usar una regla por la cual, al añadir más información, no aumentan las posibilidades de hallar la solución correcta; por el contrario, aumenta las posibilidades de equivocarse”.
Si la inteligencia es hacer fácil lo difícil, la estupidez es hacer difícil lo fácil
“Estar equivocado tiene en común con la ignorancia el hecho de que es más fácil acertar cuando tienes más información”, explica Krakauer. “La estupidez es un tipo de fenómeno muy interesante y tiene que ver con sistemas de normas que han hecho que nos cueste más conocer la verdad, y hablar sobre ella. Es un hecho interesante que cada vez haya más individuos estudiando la inteligencia –hay departamentos enteros dedicados a ello– pero si te preguntas cuál es el mayor problema al que se enfrenta el mundo hoy en día, diría que es la estupidez. Así que deberíamos tener profesores de Estupidez; ¡aunque sería un poco vergonzoso que te llamaran el profesor estúpido!”
Krakauer pone un ejemplo histórico de estupidez, que recuerda a muchas de las cosas que están ocurriendo hoy en día. En 1912, el meteorólogo y geofísico alemánAlfred Wegener observó, como podría hacer cualquier persona, que la forma de los continentes terrestres encajan a la perfección como si fueran las piezas de un puzzle, y explicó que todos ellos provenían de un primer continente gigante, al que bautizó comoPangea, que se fue separando a lo largo de la historia del planeta Tierra.
Hoy en día sabemos que esto es cierto y, además, parece la mar de lógico, pero cuando Wegener propuso el asunto a la comunidad científica nadie se molestó siquiera en pensar que era una propuesta inteligente: no encajaba con las normas científicas que se daban por ciertas en la época. En opinión de sus colegas, no existía un mecanismo capaz de generar las fuerzas necesarias para desplazar las masas continentales.
En 1930, el geólogo británico Arthur Holmes definió la tectónica de placas: el proceso por el cual los continentes se desplazan a lo largo del tiempo. Este descubrimiento dotaba de un mecanismo válido a las ideas de Wegener. Pero aún así la comunidad científica siguió sin aceptar que los continentes actuales provienen de un solo megacontinente. “Esto ocurrió porque las normas que estaban aplicando, que provenían de un mundo anterior a Wegener, eran inaplicables a la nueva realidad empírica”, explica Krakauer. Y este es un ejemplo perfecto de estupidez: se prefería un sistema anterior, más complejo y menos inteligente, sólo por la cerrazón de quienes eran incapaces de ver más allá o de aceptar las limitaciones de lo que dan por valido.
La tectónica de placas no fue aceptada hasta los años 50 y 60, cuando se convirtió en la gran teoría unificadora de las Ciencias de la Tierra, que permitía explicar la mayor parte de las observaciones geológicas de una manera coherente.
En busca de genios que puedan salvarnos
Es fácil ver la estupidez tal como la entiende Krakauer en muchas facetas de nuestra vida. Damos por hecho que un conjunto de normas son las únicas acertadas, sin darnos cuenta que lo hacen todo más complejo y, lo que es peor, nos llevan a equivocarnos una y otra vez. Y esto es algo muy claro en las ciencias sociales, que conforman sistemas muy complejos, imposibles de unificar en una sola teoría, pero es también habitual en uno de los campos más en boga en la actualidad: la neurociencia.
“Nunca hemos logrado crear una teoría satisfactoria para explicar la interacción de muchos sistemas de aprendizaje”, explica el científico. “Para dejarlo más claro, el cerebro puede ser un buen ejemplo. Hay muchas neuronas interactuando de forma adaptativa para crear una representación, por ejemplo, una escena visual; en economía, hay muchos agentes individuales decidiendo el precio de un bien, etcétera; un sistema político vota al siguiente presidente. Todos estos sistemas constan de entidades individuales que son heterogéneas y adquieren información de acuerdo a una única historia sobre el mundo en el que viven”.
Si la inteligencia es resolver problemas difíciles de forma sencilla, la genialidad es hacer que los problemas desaparezcan
Todos los ejemplos citados por Krakauer son sistemas complejos, que aún no logramos entender. La inteligencia es uno de ellos y, evidentemente, no puede reducirse al número que obtiene una persona tras realizar un test psicotécnico. Ahora bien, hay quién, como el propio científico, trata de entenderlos.
“La ciencia de la complejidad es, esencialmente, un intento de crear una teoría matemática para el día a día, para las experiencias, para lo que tocamos, vemos y olemos”, explica el científico. “Lo que busca la ciencia de la complejidad es la unificación, encontrar los principios comunes que comparten los sistemas, pero además pretende ofrecernos herramientas para entender los sistemas formados por muchos organismos que se adaptan. Y la inteligencia es para mí el ejemplo prototípico de un sistema formado por muchos organismos que se adaptan”.
Hoy en día hay demasiadas personas aparentemente inteligentes elaborandoteorías estúpidas, que lejos de simplificar la forma en que se puede explicar un sistema complejo, lo hacen aún más complicado. Sólo la inteligencia nos permite hacer sencillo lo complejo, pero la genialidad es lo verdaderamente revolucionario. “Si la inteligente es resolver problemas difíciles de forma sencilla, la genialidad es hacer que los problemas desaparezcan”, explica Krakauer.
Lo que hacen los genios, según el científico, es cambiar las reglas del juego. Y las personas que han logrado esto, como Isaac Newton o Albert Einstein, aparecen con cuentagotas. “Una de las características más interesantes de la genialidad es que, al contrario que la inteligencia, parece una locura”, explica el matemático. “Una solución inteligente es casi siempre vista como una forma mejor de hacer las cosas. Pero cuando cambias las reglas haces que mucha gente se sienta incómoda, y eso parece una locura”.
Quizás aparezca algún genio que logre explicar cómo funcionan sistemas complejos como la economía o la política, pero mientras, parece más sensato ser conscientes de nuestra limitaciones que caer en la estupidez de pensar que una fórmula o un número pueden explicar la riqueza de una nación o la inteligencia de una persona.
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